En primer lugar pelamos la cebolla y la laminamos muy fina con la ayuda de una mandolina. Si no dispones de una podrás hacerlo con un cuchillo, cortándola lo más fina que puedas.
Colocamos la cebolla troceada en un tarro de cristal con cierre hermético junto con 1 cucharada de orégano seco y 1 cucharadita de sal.
Agregamos también el vinagre y el aceite. La cantidad de vinagre y aceite a añadir irá en función de tus gustos: yo la hago con una parte de vinagre por dos de aceite de oliva para darle a la cebolla un sabor suave.
Ten en cuenta también que la cantidad de líquido (aceite + vinagre) es orientativa, pues deberemos cubrir al menos la mitad de la cebolla.
Cerramos el tarro y agitamos durante unos 30 segundos, intentando que se mezcle todo muy bien y la cebolla quede bien empapada.
Una vez lo tengamos todo bien mezclado será necesario dejar reposar la cebolla en el marinado para que pierda el picante y se impregne bien con los aromas. Para acelerar el proceso podremos dejar el tarro cerrado a temperatura ambiente durante 1 hora. En este tiempo, será preferible que lo removamos 1 o 2 veces más para que la cebolla se vaya impregnando completamente, aunque no te preocupes si no puedes hacerlo.
En caso de querer consumirla al día siguiente o pasada más de 1 hora, podremos dejarla reposar directamente dentro de la nevera.
Pasado el tiempo de reposo, ya la tendremos lista para servir.
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Notas
La proporción de aceite y vinagre puede variar en función de tus gustos. Ten en cuenta que será necesario agregar, al menos, una cuarta parte de vinagre a la mezcla para que la cebolla se macere bien. Si lo deseas, puedes agregar únicamente vinagre. Además, el volumen total de líquido deberá cubrir al menos la mitad de la cebolla.