Colocamos la leche en un cazo y la calentamos a fuego medio. La iremos vigilando para que no se derrame.
En otro cazo agregamos la mantequilla y, una vez se haya derretido, agregamos la harina.
Removemos bien con una cuchara de madera o varillas hasta que se integren a la perfección. La dejamos tostar unos 2 minutos, removiendo de vez en cuando, para eliminar el sabor a harina cruda.
Con la ayuda de unas varillas empezamos a remover y, sin dejar de hacerlo, vamos añadiendo la leche caliente poco a poco. Integrando bien la leche con la harina antes de añadir más leche. No dejes de remover y asegúrate de pasar con las varillas por el fondo del cazo, pues se pega muy fácilmente al fondo y cogería sabor a quemado.
Si vas añadiendo leche al mismo tiempo que remueves verás como poco a poco se va quedando una bechamel lisa y homogénea.
Una vez agregada toda la leche, salpimentamos al gusto, añadimos una pizca de nuez moscada y seguimos removiendo a fuego medio unos 5 minutos o hasta que haya adquirido la textura deseada.